Pitágoras debe estar revolcándose en su tumba por la cantidad de
estupideces en las que ha derivado la incipiente ciencia de la numerología que
dejó a su muerte. Con motivo de un nuevo aniversario de los ataques del 11 de
Septiembre de 2001, y mientras esperaba para abordar mi vuelo retrasado, recibí
una cadena de e-mails suscrita por alguien que dice estar aterrado, con los
pelos de punta (se erizó), debido las desconcertantes relaciones entre los
lamentables hechos ocurridos ese día en E.E.U.U. y el número 11. No sabe uno si
quienes se dedican a elaborar esas aparentemente intrincadas relaciones son
avivatos de pura raza o desocupados profesionales, pero lo cierto es que logran
engrupir a más de un incauto que más tarde confirmarán su ingenuidad engrosando
la cadena o publicando el texto correspondiente en alguna de sus redes
sociales.
Según la inquietante teoría, el nombre de
la ciudad, New York City, tiene 11 letras, al igual que Afghanistan, Ramsin
Yuseb (el terrorista que amenazó con destruir las Torres Gemelas en 1993),
George W Bush. Pero además, New York es el estado numero 11; el primer avión
que se estrelló contra las Torres Gemelas fue el vuelo número 11 que, por
cierto, llevaba 92 pasajeros (9 +2=11); el vuelo número 77 también se estrelló
contra las Torres Gemelas, y llevaba 65 pasajeros. (6+5 = 11); la tragedia
sucedió el 11 de Septiembre, o mejor dicho 9/11 (9+1+1=11); la línea de
emergencias en Estados Unidos es 911 (9+1+1 =11); el número total de víctimas
dentro de todos los aviones fue de 254 (2+5+4= 11); el 11 de Septiembre es el
día 254 del calendario (otra vez 2+5+4=11).
Y, por otro lado, aunque también
relacionado, las explosiones de Madrid sucedieron el día 3/11/2004 (3+1+1+2+4=
11), exactamente 911 días después del incidente de las Torres Gemelas
(9+1+1=11). Finalmente el mensaje cibernético reta a su destinatario a escribir
en una hoja del programa computacional word el código Q33 (correspondiente a
uno de los vuelos involucrados), sombrearlo y asignarle el tipo de letra
wingdings; si se siguen las anteriores instrucciones, aparecerán, en la hoja de
word, íconos que representan a un avión dirigiéndose a dos figuras que podrían
pasar por edificios.
Confieso que todo eso, que parece una
arcana conspiración digna de una cofradía de poderosos espíritus del mal,
habría llegado a erizarme a mí también, si no fuera porque, durante los quince
minutos de retraso de mi avión, y para pastorear el aburrimiento, no hubiera
confeccionado mi propia teoría numerológica (debo aclarar que ese día era 11 de
Septiembre, y mi mayor miedo en ese momento no era ningún agüero relacionado
con los incidentes de Nueva York, sino la borrachera que podían tener pilotos o
controladores aéreos por el triunfo de la selección Colombia ante Chile).
Contaba, como digo, con no más de quince
minutos, así que no podía entretenerme en minucias acerca de cuál iba a ser el
número que me convenía para estrenarme como Nostradamus de sala de espera; así
que escogí el 7, que era el número que correspondía a mi sala. Inmediatamente
noté que el estado donde se produjeron los ataques tiene 7 letras: New York.
Además, con una mirada rápida en Wikipedia, supe que es el 7mo estado más
densamente poblado de E.E.U.U. Y si bien Afganistán no tiene 7 letras, si que
las tiene “Al-Qaeda”, una referencia más precisa de los atacantes. Al igual que
“Husseim”, a quien conocemos más que al tal Yuseb que mencionan en la cadena,
para no hablar de “talibán”, que también tiene 7 letras. Y más que las 11
letras del zoquete de George W. Bush, a E.E.U.U. lo defendieron los bombardeos
del 7 de octubre de 2001 sobre las ciudades afganas de Kabul, Jalalabad y
Kandahar.
Entrando ya en materia de aviones, vuelos y
pasajeros, la palabra “Airline” tiene 7 letras; el primer avión llevaba 92
pasajeros (sí: 9+2=11, pero también 9-2=7); el vuelo que llevaba 65 pasajeros
era el número 77 (a falta de uno tenemos dos sietes); todo ocurrió el 11de
septiembre, o mejor dicho 9/11 (9-1-1=7); el número de emergencias en E.E.U.U
es 911(9-1-1=7); el número total de víctimas en los aviones fue de 254
(-2+5+4=7); el 11 de Septiembre es el número 254 del año (-2+5+4=7). Los
atentados en Madrid ocurrieron en marzo de 2004, o bien 03/04 (3+4=7),
exactamente 911 días después de los atentados de las Torres (9-1-1=7). Recordé,
además, que hacia la mitad de la tarde del día de los atentados en NuevaYork se
derrumbó misteriosamente un edificio del Complejo del World Trade Center
-conformado por 7 edificios- que no fue alcanzado por ningún avión; era
conocido como “El edificio número 7″ (ahí sí me ericé). También que las 7
letras iniciales que componían el nombre del edificio que iba a reemplazar a
las Torres Gemelas (“Freedom”) fueron sospechosamente cambiadas por las 3
de “One”, su nombre actual.
Finalmente advertí que los objetos
involucrados (los 4 aviones, las dos torres y el edificio del Pentágono), suman
7, y que “septiembre”, como lo indican sus cuatro primeras letras, era el mes
número 7 del calendario romano (al remitente del mensaje se le pasó la
siguiente relación: noviembre, el mes 11 de nuestro actual calendario
gregoriano, era el mes 9 en el romano, como lo indican sus tres primeras
letras; y, entonces, 9 y 11: 9+1+1 =11; o 9-1-1=7). Lo cierto que mi
profecía de aeropuerto resultó incluso más completa que la basura que acababa
de leer (sólo por curiosidad, cambié el tipo de letra “wingdings”, que había
resultado en el avión y los dos edificios, por “wingdings 2”: resultó una
equis, como las que ponen en los colegios para señalar que lo que uno puso es
una estupidez, y dos botes de basura). Pensé, entonces, que con un poco más de
tiempo cualquiera podría asociar la secuencia de Fibonacci con las fechas más
importantes de la vida de Suso “El paspi”.
Lo anterior sólo demuestra que se pueden
diseñar decodificaciones por encargo sobre todos los asuntos de la vida; al fin
y al cabo todo lo podemos contar (“las cosas son números” decían los
pitagóricos), agrupar como mejor nos convenga y empezar a hacer asociaciones
numéricas. O bien siempre es posible encontrar que dos conceptos guardan similitudes
entre sí en culturas diferentes. O los vocablos que los designan se asemejan en
su pronunciación o en su grafía entre los miles de dialectos e idiomas que en
el mundo han sido.
Con los recuerdos todavía frescos de los
programas radiales de esa mañana, en los que trataban de encontrar relaciones
esotéricas entre el partido de fútbol del día y el golpe de Estado a Salvador
Allende, y entre la paz de Colombia y los triunfos deportivos, quise encontrar
el calificativo adecuado para definir al idiota que envía esas cadenas de
mensajes y al tonto que las cree. Obviamente, debía encajar con todo el
espíritu de la profecía del 7 que acababa de descifrar. Entonces, a la manera
de un crucigrama: “persona alelada, poco inteligente; que molesta haciendo y
diciendo tonterías”, 7 letras: imbécil.
@samrosacruz