Presidente de Millonarios: –
Pensamos devolver las estrellas ganadas por el equipo en los años 87 y 88, como
una muestra de transparencia.
Periodistas: –
Señor presidente, ¿y cuándo devolverán las estrellas?
Presidente de Millonarios: –
¿Cuáles estrellas? ¿De qué estrellas me están hablando?
Periodistas: – De
las que nos acaba de decir que piensan devolver.
Presidente de Millonarios: Ah
esas; yo les dije que pensamos en devolverlas, pero nunca les dije
que efectivamente las vamos a devolver.
La situación de arriba parece sacada literalmente del libreto de El show de Joselo, la comedia televisiva venezolana de
finales de los ochentas. José Pérez (“Joselo”), su director y principal
protagonista, nos mostraba la realidad de su país a través de personajes
pintorescos; como el doctor Chimbín, un
abogado leguleyo y corrupto que le ordenaba andar en cuatro patas a un
interlocutor que recién conocía, y que había acudido a su despacho con el fin
de solicitar un certificado de recomendación. Una vez cumplido el
requerimiento, eldoctor
Chimbín podía venderle al solicitante un certificado en el que
constaba que él lo conocía desde que gateaba.
Entre los muchos personajes estaba el doctor Pensamos, un político que, en vísperas de
elecciones, estaba en pleno ejercicio de su poder. Un enjambre de periodistas
corría de un lado a otro buscando la puerta por donde finalmente saldría el
político, quien finalmente declaraba que pensaban hacer puentes, carreteras,
escuelas; cuando le preguntaban que cuándo iban a hacer todo aquello, él
simplemente contestaba que sólo habían pensado en hacerlo, pero que no iban a
ser tan tontos de dar “la papayita” de dejarle un país mejor a la eventualmente
triunfadora oposición.
Ese era el desolador escenario de Venezuela
hace 25 años, hasta que los votantes, cansados de las promesas sin cumplir de
los miles de doctores pensamos de los partidos tradicionales, se decidieron por
Chávez. Y ahí están las consecuencias.
Aquí en Colombia también ha pasado toda la
vida. Mientras “Joselo” denunciaba, con mucho humor, a los pillos de su país,
Belisario nos decía que pensaba entregar casas sin cuota inicial a los más
pobres (Santos ya pensó algo similar, pues desde Belisario los pobres sin casa
no han hecho más que aumentar). Barco, a su turno, pensó que podía gobernarnos
cuatro años, pero a la mitad ya lo hacía su secretario general. Gaviria pensó
en abrirnos la puerta al futuro, pero aún estamos en el segregacionista, feudal
y confesional siglo XIX. Samper pensó en darnos el salto social, pero ahora,
según el índice GINI, la distribución de la riqueza está peor que nunca.
Pastrana, el más coherente de todos, no pensó nada, y tampoco hizo nada. Uribe
pensó en acabar con la guerrilla (una vez cuando fue elegido, y una vez más
cuando fue reelegido), pero él mismo dice, después de sus ocho años
de gobierno, que la guerrilla sigue siendo una amenaza peligrosa (aunque en su
favor podría alegarse que lo pensó dos veces).
Santos, que toda la vida ha pensado muchas
cosas, ahora piensa muchas otras, pues él no solo usa el verbo pensar para
defraudarnos, sino también para disculparse. Cuando lo de la fallida reforma a
la justicia, al oír los pasos de animal grande de la opinión pública
descontenta con semejante adefesio, salió con la verónica de torero de que el
gobierno sólo había pensado en sacar adelante el proyecto, pero que de ninguna
manera lo iba a realizar. Lo mismo sucedió cuando el gobierno impulsó la medida
que estuvo a punto de gravar con el IVA a la canasta familiar. En esa
oportunidad, Santos (a quien yo prefiero llamar electricista que pokerista),
después de quemar fusibles de funcionarios de menor orden cuando se descubrió
el pastel, aclaró que el gobierno sólo había pensado en hacerlo, pero que jamás
se iba a pasar a la acción.
Es una estrategia de ensayo y error que
termina por ser el desmentido de la naturaleza del verdadero político, que es
aquel que debe conjugar el verbo pensar en su acepción más intelectual -y no
como una mera intención de hacer algo-, y con base en ello tomar las decisiones
que más le convengan a sus gobernados, y no las que, a partir de conclusiones
inmediatistas, sus gobernados -pues por eso lo son- crean que son las mejores
para ellos. Lo otro es el peligroso arte de gobernar con las encuestas, en el
que Santos es experto mundial. O con las redes sociales. Para la muestra el
botón de Grecia, que amenaza con llevarse por delante la camisa completa de
Europa.
Todo esto viene a cuento ahora que Santos ha pensado en sacar
adelante un proceso de paz con las guerrillas. Porque esos palos de ciego de
electricista chapucero (que tarde o temprano tocará un cable pelado), hacen que
los actuales diálogos con los grupos subversivos tengan la estabilidad de un
huevo parado en la punta de un alfiler. Si han seguido adelante es solamente
porque un grupo mayoritario de la opinión pública y periodística los ve con
buenos ojos. Pero temo que, mientras el presidente sigue pensando en encender
sus cuatro locomotoras, a la primera dificultad significativa de los diálogos
-que haga titubear a la opinión hasta el punto de hacer cambiar de sentido su
punto de vista- aparecerá una vez más el doctor Pensamos,
encarnado en Santos, con las declaraciones de rigor. Y todos sabemos que en
cualquier momento los amigos de la guerra nos proporcionarán esa dificultad;
baste recordar el calibre de los actos de sabotaje de los que han sido capaces
en el pasado.
Por ese y otros pésimos modos de hacer las
cosas es que estamos como estamos. Pero como este es un país donde abundan los
estúpidos, que piensan que lo mejor que pueden hacer con sus vidas es imitar a
los desastres de presidentes que nos ha tocado padecer (recuerden cómo se
difundió la irritante muletilla “ciertamente” en épocas de Gaviria; y cómo se
masificaron los bravucones de cantina durante el uribato), es por lo que
personajitos de poca monta, como el presidente de Millonarios, hacen
declaraciones llenas de acciones grandiosas que nunca se llevarán a cabo (bastó
con que un puñado de hinchas se enfureciera).
No se sabe si esa fue la única forma en la
que el dirigente deportivo pensó que podía lograr su cuarto de hora de fama. O
si está pensando en lanzarse a la política.
@samrosacruz