Quedarse sin tema para escribir en
este país es imposible. Cuando esta semana sentí que me podía pasar, de
repente surgieron, de entre las baratijas informativas con que nos
atiborran a diario los medios masivos de comunicación, los temas con los que
lectores y escritores, víctimas voluntarias de esa gran trampa, nos sentimos a
gusto. Supongamos que unos corruptos subversivos no hubiesen secuestrado
a un periodista francés después de comprometerse a no secuestrar más.
Supongamos que un corrupto oficial no pretendiese extorsionar al Estado
con 534 millones de pesos. Aún así, suponiendo lo anterior, sucedió que unos
corruptores del conocimiento se exhibieron como la gran cosa porque nos ofrecieron
¿hora y media? de entrevista con una prostituta. Y justo después de eso apareció
la primera letra en mi hoja en blanco.
Aunque realmente no fue justo después; digamos que fue durante la entrevista mencionada, pues a
la décima pregunta repetida, y luego de oír las interesantes opiniones de Dania
Londoño –la mujer involucrada en el escándalo del Servico de Seguridad del
presidente Obama- acerca del encopetado mundo árabe de Dubai, decidí apagar la
radio y empezar a escribir. La historia de hombres importantes que se meten en
líos por sus andanzas con mujeres de la vida alegre se dan por cargas; sin embargo
esta la relacioné, por algún motivo, con una entretenida novela del prodigioso
Vladimir Nabokov: Risa en la Oscuridad.
En la novela, Albinus, un prestante y
acaudalado crítico de arte, cansado de la monotonía de su vida regular de
hombre de familia, decide tener una aventura con Margot, una joven y fracasada
artista que ha tenido que consolarse con un trabajo como dependiente de un
teatro. Las cosas rápidamente se le complican a Albinus: su mujer descubre su affaire y lo abandona; pronto se hace
evidente que a Margot lo único que le interesa de Albinus es su dinero, pues
éste se da cuenta de que su nueva pareja le es infiel con Alex, un amigo a
quien Albinus creía gay; más tarde, debido
a un accidente, queda ciego y, aprovechando esta circunstancia, Margot y Alex –a
quien Albinus en esos momentos ya supone
desterrado de sus vidas- siguen adelante con su relación en sus propias
narices: valiéndose de un minucioso sigilo los dos amantes furtivos viven en la
propia casa de Albinus y saquean sistemáticamente sus cuentas bancarias. En
resumen: “su vida terminó en un desastre”.
La otra historia, la doméstica, la
conocemos bien todos: unos agentes americanos encubiertos, de misión en
Cartagena, se fueron a bailar y a tomar alcohol como piratas en vacaciones (“…y
nadie se da cuenta, que son americaaaaaanooooos”), para luego irse a tener sexo
con alguna mujer nativa, de esas que huelen, como las tintoreras la sangre, los
dólares a kilómetros (“…con romance incluido, a la larga pagado, por
americaaaaanooos”).
Todo eso no hubiese dejado de ser
rutinario si al agente de inteligencia no se le da por hacer la poco
inteligente jugada de negarle el pago a la prostituta en cuestión y echarla del
cuarto en términos bastante despectivos (let’s
go bitch). Ahí fue Troya: porque sin que en ese momento hubiera ocurrido todavía
la equivocación de Shakira en el himno, la prensa vio al hotel, a la ciudad, a
la puta y al agente tal como ven una bandada de buitres a un búfalo agonizando,
y, con el búfalo aún vivo, se precipitan sobre él hasta dejarlo en los físicos
huesos. Así fue: reacciones de la esposa del agente implicado, escándalos
parecidos de agentes americanos en otras latitudes, declaraciones de Obama,
despidos, especulaciones de espionaje, solicitud diplomática de excusas,
solicitud diplomática de nuevas excusas, y, cómo no, la chiva sobre la
identidad de la prostituta, que, como no es difícil de suponer a estas alturas,
la consiguió Julito (que por ello se
debe sentir el rey del mundo).
Julito, pues, nos consiguió la importante noticia y nos regaló ¿dos horas?
para que nos empapáramos del pensamiento, obra, vida y milagros de Dania Londoño
(y ya los conocemos, sin embargo seguimos ignorando el pensamiento, obra, vida
y milagros de Fernando Savater, de Umberto Eco, de Stephen Hawking… Pero ¿a
quién le interesa saber eso?). De resto nada: ni una sola revelación que
permitiera conseguir pistas para disminuir el fenómeno de la prostitución en
Cartagena: ni los mecanismos, ni las redes, ni los titiriteros que manejan el
negocio tras bambalinas; nada que no supiéramos nos dijo Dania, sólo que ella
no sabe nada (tal vez sepamos más el resto, puesto que la brillantez
intelectual de Dania delata la inevitabilidad de su destino y sugiere que la
entrevista se excedió en 1 hora y cincuenta y nueve minutos para revelar lo que
necesitábamos saber). Supimos, sí, por boca de ella, que le gustaba la
buena vida; lo que tampoco nos sirve para mostrar la realidad de tantas otras
putas que lo que les gusta es, simplemente, no morir de hambre. Y lo que,
a juzgar por la lucidez de sus declaraciones y su impecable español, no era
difícil de inferir.
Hay, sin embargo, algunas diferencias
entre el caso que nos ocupa y Risa en la
Oscuridad. Para empezar mientras Albinus terminó bastante mal (no se
imaginan cuánto), al agente del servicio secreto que protagonizó el incidente,
a pesar de la eventual pérdida de su empleo, y según nos lo ha hecho saber la
prensa en una de sus trascendentales revelaciones, su esposa lo perdonó. La
sacó barata respecto a Albinus, cuya esposa no sufrió el escarnio público de
sentirse burlada y, no obstante, abandonó a Albinus sin la oportunidad de una
excusa providencial. Por otro lado, mientras Margot pasó de aspirar a ser una artista a
convertirse en una prostituta fina, Dania pasó de ser una prostituta fina a
convertirse en una potencial estrella del espectáculo. Tal como están las
cosas hoy –nada que no hubiera predicho Andy Warhol- a Dania le esperan sus 15
minutos de fama –o digamos doce, puesto que debe llevar por lo menos tres-: ya Julito fue contactado por la revista Playboy para conseguir el desnudo de
Dania (ahora mismo Soho pasó a ser
una amante vergonzante para él -quizás una puta- y ya no debe sentirse el rey
del mundo; ya está seguro de que lo es).
Con todo, existe una semejanza que no
se ve a simple vista, más bien se siente en el ambiente. Es la misma
sensación que invadía a Albinus en las tinieblas de su ceguera: la impresión de
que alguien se estaba riendo de él. No obstante, en la historia de
Cartagena no parece haber nadie con ganas de reirse: Dania, a pesar de su
cuarto de hora por venir, se queja del descrédito que le ha granjeado el suceso
frente a sus amigos y su madre; el agente, aunque perdonado por su esposa, parece
que recibirá una grave amonestación laboral; Colombia, qué les digo, nunca ríe:
a paraíso de drogas se suma ahora la fama de edén de putas (y de paso el hecho
opacó la Cumbre); Obama pierde puntos ante sus electores por cuenta del desliz
de sus agentes; Cartagena se afectó negativamente; los hoteles, en cierta
medida, también…
Sólo se sigue adivinando una risa de
hiena que se burla en las penumbras a las que nos somete el oscurantismo del nuevo tipo de
conocimiento que tenemos en esta época contemporánea. La obesidad mental que nos aqueja (ampliaré este tema del profesor Andrew Oitke en otra columna) nos hace preferir los detritos de las realizaciones humanas y los cadáveres de las reputaciones y las noticias sobre otras informaciones vitales que nos harían mejores personas, mejores
sociedades. Nuestro alimento intelectual es chatarra, nuestra dieta mental está
compuesta por tonterías, por porquerías, por banalidades: hamburguesas de
conocimiento, donuts de información; desdeñamos los pensamientos profundos y las
ideas importantes en beneficio de los escándalos personales, del
sensacionalismo, de las catástrofes, de lo morboso. Eso es lo que
queremos leer, lo que queremos oír, lo que queremos escribir. Y, sobre todo, lo
que queremos ver.
Así que la risa de hiena que
percibimos es de nadie menos que de los únicos ganadores con todo este
acontecimiento: los gallinazos hambrientos de los medios de comunicación de
todo el mundo. Y, en especial, de los medios de comunicación de este
miserable país, que se alimentan de la carroña de los carroñeros: un buitre
picoteando las tripas putrefactas del cadáver de una hiena.
Y la vida que ha terminado en un
desastre intelectual es la de todos nosotros.
La verdad que muy acertado articulo mi estimado Pame, a ratos resulta escalofriante la realidad de los medios de comunicacion, y ponerle e "cascabel al gato" en el tema comunicacional puede generar un linchamiendo internacional, como el que se ha vivido en Ecuador.
ResponderEliminarMe gustó. Es el otro análisis.
ResponderEliminarAdemás, por la bio, el autor es el hombre ideal, un candidato de los que no se encuentran en un web site de citas para solteros. Disfrutar leer ávidamente y escribir con pulso son cualidades que no se encuentran en cualquiera.
ResponderEliminarGracias a la vida, como dice la queridísima Sosa, existen puntos de vista de este calibre en la atormentada realidad nacional. Aplaudo hasta el cansancio esta opinion y bueno que mas me gustaría que mucha gente pudiera compartirlo.
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