domingo, 7 de agosto de 2011

DEL BIG BANG AL HOMO SAPIENS

“El fenómeno de cambios pequeños, pero con efectos grandes, es también común en la vida diaria. Del gran emperador Julio César se cuenta que en cierta ocasión, habiendo decidido perdonar a uno de sus altos oficiales acusado de traición, envió a los que debían juzgarlo el siguiente lacónico mensaje: Liberarlo, no ejecutarlo”. Los encargados de transmitirlo, para la mala fortuna del acusado, introdujeron sin querer una mutación letal en el texto: una translocación de la modesta coma. El mensaje quedó así: “Liberarlo no, ejecutarlo”.” Del Big Bang al Homo Sapiens, Antonio Vélez

Esta vez le tocó el turno a una obra de divulgación científica. Mientras leía el capítulo 1 del libro “Del Big Bang al Homo Sapiens” del colombiano Antonio Vélez, entre conjuntos de cromosomas, aminoácidos, bases nitrogenadas y otros ingredientes del sancocho primordial de la vida, me encontré con esta analogía citada por el autor “En consecuencia –afirmaba cierto biólogo-, en el gobierno de la vida, el ADN ostenta el poder legislativo y las proteínas el ejecutivo. El judicial (…) lo ostenta el nicho ecológico o medio ambiente”. Lo que entendí es que el ADN tiene las instrucciones (por ejemplo: hay que hacer una mano), las proteínas sintetizadas llevan a cabo esas instrucciones (la hacen, dentro de los rangos permitidos por el ADN: ahí se determina la forma, el tamaño y otras características) y el medio ambiente es el que al final decide si ese diseño sirve o no sirve para lo único que son diseñados todos los órganos de un ser vivo: ayudarlo a sobrevivir hasta que pueda transmitir su material genético. No obstante, de cuando en cuando hay errores en el ADN, algunos de los cuales resultan beneficiosos para el individuo y otros perjudiciales, dependiendo del entorno. Esto último ha permitido, primero que haya vida, y segundo que se dé el fenómeno de la especiación, que a su vez ha permitido que de una simple bacteria provenga una máquina tan compleja como el ser humano. Todo lo anterior a través de millones de años, en los que la lotería del cambiante medio ambiente ha jugado un papel fundamental: pequeños cambios frecuentemente producen efectos grandes. Y grandes cambios pues ni se diga: recordemos el asteroide que colisionó con la Tierra hace sesenta y cinco millones de años y cuyo impacto levanto una nube de polvo que tapó el Sol suficiente tiempo para que se extinguieran los exitosos dinosaurios, que se habían pavoneado por el planeta durante cien millones de años (cien veces más de lo que llevamos nosotros, como especie, en él).

Teniendo en cuenta, además, la afirmación que hace el autor en la introducción del libro acerca de la sencillez desconcertante del modelo darwiniano –yo también siempre lo he creído así-, me pareció que la anterior analogía podía aplicarse a casi todos los órdenes de la vida (hagan la prueba y verán). Fue así como, de pronto, supuse que podía considerar la analogía inversa: aplicar los fundamentos darwinianos a los fenómenos socio-políticos.

Pensemos, por ejemplo, en el caso de Túnez. El 14 de diciembre pasado Mohamed Bouazizi, un humilde vendedor ambulante de frutas, fue interrumpido en sus labores diarias por una agente inspectora que lo instaba a desmontar su negocio. Al no tener otro medio de subsistencia, Mohamed opuso resistencia con la consecuencia de que la inspectora le largase una violenta bofetada; acto seguido, los ayudantes de ésta le propinaron una feroz paliza. Humillado, Mohamed acudió -sin éxito- a otras instancias. Presa de la desesperación, resolvió rociarse con un líquido inflamable y prenderse fuego al frente de la gobernación de su ciudad. El resto ya lo conocemos: revueltas, movimientos en las redes sociales y desorden generalizado, fenómenos que terminaron acabando con 23 años de régimen tiránico de Zine el-Abidine Ben Ali. Después siguió Egipto, Yemen; Jordania etc…

Si bien la legislación de Túnez seguramente contemplaba la prohibición de las ventas ambulantes (lo que sería el ADN en la analogía), y la inspectora era una de las encargadas de hacer cumplir la ley (haría el papel de las proteínas) a un pueblo resignado durante 23 años (que configuraría el medio ambiente), supongo que el ingrediente de la cachetada y la golpiza no estarían contemplados ni siquiera en la, seguramente, arbitraria legislación tunecina. Es una pequeña mutación en el ADN de la nación que seguramente no se presentaba por primera vez, pero que unido a los sutiles pero incesantes cambios causados por la interconectividad y otras características que confieren las redes sociales (anonimato, inmediatez, capacidad de convocatoria), unido al ultrajante tratamiento a que se había visto sometido todo un pueblo durante más de dos décadas y, finalmente, unido a la autoinmolación del desvalido vendedor, desataron la rebelión.

Adaptémoslo a Colombia, donde esta semana se destacaron dos sucesos. Por un lado las desconcertantes reacciones que han tenido lugar en torno a la medida de aseguramiento del exministro Arias: las copiosas manifestaciones de regodeo por la medida no se compadecen con el hecho de que para algunos no es muy claro si el tipo es en realidad un delincuente peligroso que debe permanecer encerrado (aunque probablemente sí lo es). Y toda la confusión es porque se dio un cambio en el medio ambiente: del Uribismo del todo vale, pasamos al Santismo del –al menos en apariencia- imperio de la democracia. No sabemos porque lo hace Santos (¿convicción? ¿vanidad? ¿manipulación?), pero su discurso conciliador cambió el ambiente y, por tanto, aquellas proteínas abusivas, despóticas y arrogantes que mutaban caprichosamente el ADN de nuestras leyes, aquellos machos-alfa que pateaban el culo a su antojo a los asustados betas o a los indefensos omegas, se encontraron de pronto con que la naturaleza ya no les era tan hospitalaria (y también es por eso que vemos a un encolerizado Uribe rugiendo por tuiter y enseñando su despoblada dentadura de león decrépito).

Por otro lado están los australophitecus del siglo XXI: los conservadores y los representantes de las iglesias, quienes, con su irresponsable posición frente a la posibilidad del aborto por razones excepcionales y su mezquina oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo, hacen que Colombia se vea rezagada en esa carrera emprendida hace miles de millones de años por organismos unicelulares, y cuya meta es, hasta ahora, el homo sapiens. Como bien lo anotaba alguien recientemente, el aborto legal no ha aumentado el número de abortos en Colombia, pero sí ha dejado menos mujeres muertas.


Esas mojigaterías hipócritas y ese poder criminal de la iglesia y la religión en la vida de las personas, constituyen un medio hostil para el desarrollo de una vida digna.

En cuanto al matrimonio entre personas del mismo sexo, el artículo que lo impide en la constitución está en abierta contradicción con el espíritu de la propia constitución, que declara la igualdad de todos los colombianos (no se preocupen, no cometeré la solemne tontería de agregar “y todas las colombianas”): el mencionado artículo es una malformación del código genético que debemos extirpar, so pena de que su resultado sea un engendro monstruoso que luego crezca y se lancé al Senado por el partido conservador.

La noticia es que el medio ambiente está cambiando.  Y cuando lo hace es, a veces inatajable, tal como lo demostró la Corte con su sentencia, y tal como lo sugieren las nuevas condiciones en los países más desarrollados del mundo (Noruega, Suecia, Holanda) y hasta en España, de donde heredamos todas estas taras genéticas y donde esas mutaciones dañinas van en vía de extinción (y hasta en México, el país de los meros machos; y hasta en Argentina, tierra de malevos y cuchilleros). Aquí, en cambio, estamos en las cavernas por cuenta de los ¿dije australophitecus? No: me equivoqué: dinosaurios del siglo XXI.

No obstante, y a pesar de las agónicas pataletas de extremistas en otras latitudes (Le Pen en Francia, Tea Party en E.E.U.U.), el gigante asteroide de la apertura mental se dirige a la Tierra. De modo que, señores dinosaurios José Galat, José Darío Salazar, Procurador Ordóñez, representantes de las iglesias Católica, Ortodoxa Griega, Anglicana, Metodista, Evangélica: ¡corran por sus vidas!

1 comentario:

  1. Aunque he leído este articulo mucho tiempo después de su publicación, me parece muy agradable su lectura y buenas las comparaciones. Por otra parte incita a la búsqueda de conocimiento, y en este caso a la lectura del libro Del Big Bang al Homosapiens, que por cierto lastimosamente no se encuentra en internet. El conocimiento que ha generado la humanidad a través de los tiempos debería ser para el beneficio de toda la humanidad, no solo para quienes lo pueden comprar.

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