Dice la Biblia que
Lucifer pretendió ponerse al mismo nivel de Yahveh, y por eso fue degradado.
Cometió el peor de los pecados capitales del cristianismo: la soberbia. Así
también, el procurador que padecemos en Colombia incurre, según esa misma
religión -que él profesa y dice defender-, en idéntico pecado: “¿Usted cree que
el presidente se va a meter en ese pulso contra mí?”, se preguntaba el propio
Ordóñez hace poco, en tono altanero, refiriéndose al proceso de una nueva
elección de procurador general de la Nación. Elección que, por lo demás, en una
cínica y arrogante ostentación de poder, está completamente seguro de
ganar: se sabe más poderoso que el mismísimo presidente de la República; y se
pavonea de ello, al mismo tiempo que se ufana de ser digno representante de una
colectividad religiosa que predica la humildad.
Ésas ironías son las que
están dominando el panorama nacional hoy día. Hay que ver cómo en El Tiempo, un
periódico de supuesto talante liberal, encontramos tantas opiniones
retrógradas, más acordes con las páginas editoriales de periódicos ultra-godos,
como El
Nuevo Siglo o El Colombiano. Por
un lado está el Padre Llano, con un artículo (Idoneidad
moral) plagado de falacias y argumentos deleznables. Por otro está
Salud Hernández-Mora con un artículo (La ley del embudo)
tendencioso y parcializado.
El
padre Llano se dedica, en el suyo, a alabar el fallo de la Corte Constitucional
que niega la adopción de menores por parte de parejas homosexuales, a la vez
que describe a esa institución como “ajena a todo prejuicio religioso o
moralizador”. El simple hecho de negar la total igualdad en los derechos,
independientemente de la orientación sexual de un individuo, ya no hace a la
mencionada magistratura ajena a lo uno ni a lo otro. Tampoco es buen argumento
el hecho de que afirme, como lo hace en el mismo artículo, que si dos
homosexuales quieren un hijo es porque tienen una “carencia de afecto”: lo
mismo podría decirse de una pareja de heterosexuales, pues, que yo sepa, no
existe una diferencia entre las motivaciones para formar una familia entre un
grupo y otro.
Con
respecto al hecho -siguiendo con el artículo- de que para el menor “un factor
decisivo es la presencia de la madre”, habría que informarle al brillante
sacerdote que una pareja de homosexuales puede estar conformada por dos
mujeres, con lo que el menor tendría, a falta de una, dos madres a su
disposición. Tampoco parece muy acertado aquello de que una pareja homosexual
que quiere adoptar un menor tenga mucho que ocultar, como él lo asevera: ¿qué
pueden querer ocultar acerca de su condición sexual dos personas que acuden a
los grandes medios de comunicación nacionales como un esfuerzo adicional para
lograr una adopción que injustamente se les está negando?
¿Por
qué, por otra parte -y este es el argumento más ridículo de todos-, el cura
columnista pide que no se aduzca la -para él- excepcional carencia de idoneidad
moral en las parejas heterosexuales, o la -también para él- excepcional
idoneidad moral en alguna que otra pareja homosexual? ¿De dónde saca eso? ¿Ha
visto este señor algún noticiero en su vida? ¿Lee el periódico? ¿Está loco?
¿Es, simplemente, estúpido?
Por
último, su argumento de que en su larga vida nunca ha visto a un padre de
familia “proclamar a los cuatro vientos” que tiene un hijo homosexual, se
estrella de frente con que seguramente tampoco ha visto a ningún padre hacer
una fiesta porque alguno de sus hijos resultó estéril; y no por esto último se
le niega a nadie el derecho a la adopción, sino que, justamente, porque no
puede tener hijos de manera natural, al igual que en el caso de los
homosexuales, se le permite adoptar un hijo. De hecho supongo que de eso se
trata esa figura. Si nos vamos a aferrar a lo natural, entonces lo mejor sería
acabar con la práctica de la adopción.
La
circunstancia de que él, un representante de la religión que pregona la
igualdad ante los ojos de dios, afirme que a su parecer “es mucho, quizás
demasiado” lo que han conseguido los homosexuales -dándoles, de ese modo, un
evidente tratamiento de seres inferiores- ofrece una idea de las colosales
contradicciones que pueblan esas arrogantes mentes retardatarias. Ya el
procurador había expresado abundantemente su odio hacia los homosexuales a
través de “feroces panfletos”, como lo recuerda Daniel Samper Pizano en su
último artículo.
No se queda atrás Salud
Hernández, quien -al contrario del jesuita- se va en su artículo lanza en
ristre contra la Corte Constitucional (la llama “banda peligrosa”) y contra el
sector más progresista de la opinión. Arguye que hay un grupo de fundamentalistas (aquí
risas, supongo) que apoya las decisiones de la Corte aunque vayan en contravía
de la Constitución, siempre y cuando coincidan con su modelo de sociedad y, en
cambio, lanza violentos ataques cuando dichas decisiones contradicen su
pensamiento. Sus dardos a la Corte van, particularmente, por cuenta de la
decisión de esta magistratura que conmina al procurador a que se retracte y
pida perdón en el asunto del aborto en los tres casos permitidos por la ley.
Asunto que el procurador y sus colaboradores más cercanos se han encargado de
torpedear en lugar de vigilar que se cumpla, como es su deber.
Pasa
por alto la manipuladora y ensoberbecida columnista el pequeño detalle de que
en este caso concreto la Corte no está yendo contra la ley: son tres los
casos permitidos por la ley, y los fallos de la Corte se han ceñido a ellos,
así Salud Hernández sostenga lo contrario. (¿Por qué la objeción de conciencia
institucional, prohibida por la Corte pero apoyada por ella, estaría por encima
de, digamos, la malformación del feto?). Es, de hecho, el procurador quien está
yendo contra la ley. Pero aún si el fallo de la Corte fuese, como dice ella, en
contra de una ley específica, por principios generales del Derecho -como ella
muy bien debería saberlo- prima el espíritu central de la Carta, que da
prioridad a los Derechos Humanos sobre cualquier otra consideración. (En el
caso de la libertad que, por ejemplo, tendría una mujer sobre su propio cuerpo
profanado por un violador).
De
modo que, a pesar de que este no es el caso, sí: el fenómeno del aplauso a la
Corte cuando decisiones de casos difíciles y controversiales van a favor de los
sectores progresistas de la opinión, y de abucheo cuando favorecen a sectores
reaccionarios y retardatarios, debería ser la actitud mayoritaria. Sería
deseable que así fuera, porque lo común es que los progresistas estén del lado
de las civilizaciones modernas, igualitarias, incluyentes y pacíficas, mientras
que los retrógrados aún sueñen con tribus misóginas, esclavistas,
segregacionistas, excluyentes y, por supuesto, guerreristas. Ese escenario
progresista, con toda seguridad, nos haría una mejor sociedad.
Convendría,
entonces, una Corte con ese enfoque, cuyas decisiones contribuyeran a construir
un clima de tolerancia que ayudara a acabar con esta guerra eterna que vivimos,
así eso implicare la ira del procurador (cuya reelección haría un daño
inestimable al país), de sus secuaces de la extrema derecha, y de los idiotas
útiles del padre Llano y Salud Hernández. Pero como no quiero que incurran en
otro pecado capital, adicional al de la soberbia, les sugiero que cambien la
ira que les produce este tipo de artículos por otro sentimiento no castigado
por su omnipresente religión: tienen la alternativa de seguir odiando a quienes
somos sus contradictores. Porque, recítenlos y verán que la publicitadamente
amorosa religión cristiana -casi lo más distante que hay del mandamiento de Cristo-,
en la teoría no considera al odio como uno de los pecados capitales.
Y,
como lo demuestran las palabras, obras y omisiones del procurador, mucho menos
en la práctica.
@samrosacruz
Vínculos:
Idoneidad moral (columna
del padre Llano): http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alfonsollanoescobar/idoneidad-moral-alfonso-llano-escobar-s-j-columnista-el-tiempo_12206029-4
La ley del embudo
(columna de Salud Hernéndez-Mora): http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/saludhernandezmora/la-ley-del-embudo-salud-hernndez-mora-columnista-el-tiempo_12225342-4
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