lunes, 18 de abril de 2011

PERIODISMO Y LITERATURA

“El escepticismo es el deber más elevado, y la fe ciega el único pecado imperdonable” Thomas Henry Huxley


Estuve en la conferencia "Literatura y Periodismo", una de la muchas que componen el Hay Festival 2011. Alejandro Santos Rubino y Pablo Ordaz eran los conferencistas. ¿Cómo me pareció? Bueno: pensé que iban a reafirmar la simbiosis de esa relación -incestuosa para muchos-. No: la aniquilaron. Para Santos, periodismo y literatura tienen orígenes diferentes. El primero se basa en hechos objetivos, mientras que la segunda lo hace en inventos.  El uno registra, mientras la otra crea. Ordaz, por su parte, está de acuerdo, pero, además, vincula al oficio de periodista, como diferenciador adicional, a la premura del cierre, y al (así sea por referencias) sonido de los linotipos.
Tajante el uno y romántico el otro. Pero no estoy de acuerdo con ninguno de los dos.  Para empezar, y mas allá del problema semántico con el que resolvieron la cuestión con un reduccionismo fácil, me parece que el periodismo es, a la larga, literatura.  Para empezar, y así refuto la tesis central de Santos, la realidad es una masa informe que interpretamos, por medio de nuestras mentes.  Pero que también, y al mismo tiempo,  creamos (de forma única y personal). La copiosa e incesante información que captan nuestros sentidos es clasificada y editada.  Luego nuestro cerebro produce, literalmente, un contenido.  Es un truco evolutivo que permite economía en las decisiones.
Por otro lado, muchas investigaciones demuestran que las percepciones son adecuadas por las experiencias, emociones y expectativas de la persona (v.g. las diferentes versiones de los testigos de un mismo hecho).  Los sentidos, funcionan de forma diferente entre las especies.  Un perro no vive el mundo ni remotamente igual a un humano: su mundo es más olfativo que visual. Incluso entre la misma especie: para un daltónico, por poner el ejemplo más pobre que se me ocurre, la realidad es diferente.
En consecuencia la interpretación (registro) de la realidad, y el invento (creación) caben en el mismo saco: son lo mismo. La objetividad y exactitud de los hechos, de la que habla Santos, simplemente no existe. Ellos mismos, sin hacer alusión directa al libro “Absalón, Absalón” de William Faulkner, se refirieron al fenómeno de un mismo hecho contado por 14 personas diferentes.  14 puntos de vista distintos y un solo hecho verdadero.  Casi más complicado que la Trinidad.  Consideremos esto: un hombre pesa  una cosa aquí en el Ecuador, otra ligeramente distinta en el Polo Sur y en Júpiter más de lo que pesaría en La Tierra un toro de lidia (bueno, el hombre o el amasijo de carne y huesos triturados que resulte del colapso de su humanidad por cuenta de la enorme fuerza de gravedad allí presente)
Los hechos objetivos, en los que, según Santos, se basa el periodismo son, en realidad, interpretados de manera diferente por cada persona.  Así que son, si se mira bien,  invenciones.  Y las invenciones, base de la literatura según Santos, son basadas en hechos terrenales: experiencias propias o ajenas del autor.  No provienen de otra dimensión.  (Pensemos en “Crónica de una muerte Anunciada” o “A Sangre Fría”)
En cuanto al argumento de los linotipos expuesto por Ordaz (también habríamos podido incluir putas y borracheras), sólo podría decir que esas nostalgias combinadas con comentarios de pretendida irreverencia son una fórmula usual –y mediocremente funcional- de ese tipo de conferencias.  El público sucumbe a ese paupérrimo encanto y lo valida dócilmente con robóticas risotadas.  Los linotipos habrán tenido una vida de ¿noventa años? ¿Cien? Ya son anacronismo para los periodistas actuales.  Pero también lo eran hace tres mil años cuando Homero escribió “La Odisea”, el primer trabajo periodístico de la historia conocida.  El periodismo es contenido, no máquinas. Sería equivalente a definir como drama sólo lo escrito con pluma, pues así se escribió “Hamlet” ¿Y la premura del tiempo? Tampoco.  Si alguien se apresura en la terminación de un libro por el cierre de entregas para un concurso de novela, ¿el material muta de novela a reportaje? No ¿verdad? Así de allí no resulte “El Quijote” precisamente. Y si “Noticia de un Secuestro” no tuvo fecha de cierre, mal podríamos decir que no es un trabajo periodístico.
El asunto es más complejo que hechos objetivos, cierres y linotipos: ellos mismos, Santos y Ordaz, navegando entre los traicioneros meandros de las incongruencias ideológicas que tenemos todos, hablaron del triunfo mundial (hoy) del periodismo editorializado (hasta hubo una apología al reportaje editorializado por parte de Santos: ¿y la cacareada objetividad?)
En conclusión, creo que periodismo y literatura tienen un origen común: la realidad interpretada y creada.  De hecho pienso que ni siquiera son dos cosas: es una sola. Tal vez periodismo (no el concepto global que tengo de este, sino la limitada dimensión presentada en la conferencia: vinculado a hechos escuetos, linotipias y cierres de edición) es literatura hecha por escritores aprendices. O fracasados.  Es literatura insípida.


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