sábado, 22 de enero de 2011

ADIOS GRAN HERMANO

Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó.  Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó. Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas,  pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen por mí, pero ya es demasiado tarde.
                                                                                                              Martin Niomeller

Era un día lluvioso y frío de agosto, cuando Álvaro Uribe Vélez entregó el poder al que se había aferrado durante ocho años y al que, de haber resultado nuevamente exitosas las artimañas ilegales utilizadas en la primera extensión de su mandato, se habría aferrado eternamente (la reelección presidencial era ilegal entonces, así como lo es hoy una segunda reelección consecutiva).
Fueron ocho años en los que es difícil no hacer un paralelo del país que fue, con la Oceanía de George Orwell en su, cada vez más, profética novela “1984”.  Para empezar, en Oceanía (país donde se desarrolla la novela: una Inglaterra en un futuro distópico) había un único partido (cómo no homologarlo al colombiano de la U) que regentaba el poder, cuya figura suprema y omnipotente era El Gran Hermano (homologuen ustedes esta vez), y cuyas tres consignas: LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD y LA IGNORANCIA ES LA FUERZA, podrían fácilmente haber sido inspiradas en el gobierno que terminó o en los representantes de las instituciones cuyo poder fue cada vez más  malsanamente concentrado en la figura del ejecutivo. 
A pesar de que el presidente siempre insistió en el eufemismo del conflicto interno, lo que siempre tuvimos aquí fue una guerra continua, cuyo objetivo ha sido atacar los resultados de la situación socio-económica del país y no sus causas. Referente a la segunda consigna, es increíble ver como las libertades constitucionales de los ciudadanos durante las dos últimas administraciones han sido atacadas y, de hecho constreñidas (eliminación de la dosis personal de la droga, lucha frontal contra el aborto, satanización de las relaciones sexuales prematrimoniales), con lo cual se configura una inaceptable intromisión del Estado en la vida privada de sus ciudadanos, rebajándolos a la condición de los esclavos de la colonia.  La tercera consigna la inspiraría mejor que el gobierno como tal, el representante de una de las instituciones fiscalizadoras que, debido a las numerosos engendros que resultaron de la reelección presidencial (que dio al traste con casi todos los procesos de control concebidos en la constitución), resultó siendo un vigilante de bolsillo del presidente: el Procurador, quien con su quema de libros y sus absurdas ideas medievales, le pone la cereza al pastel oscurantista que se ha horneado durante todo el Uribato.
Aparte de lo anterior existen inquietantes similitudes entre algunas instituciones existentes en la Oceanía de El Gran Hermano y la Colombia de Uribe, e incluso habría expresiones en neolengua (tal era el nombre del lenguaje desarrollado en Oceanía, destinado a tergiversar y controlar la realidad) que bien podrían aplicarse aquí. 
En Oceanía existía la espeluznante Policía del Pensamiento cuya finalidad era detectar y capturar a cualquier individuo que pensara diferente a los dogmas establecidos por el partido (¿cómo no pensar inmediatamente en el DAS con sus masivas interceptaciones ilegales a teléfonos de adversarios políticos de nuestro Gran Hermano?).  Y a propósito de éstas últimas, las interceptaciones (al ex candidato presidencial por el partido opositor, Carlos Gaviria, a la Corte Suprema de Justicia y a más de cien personalidades de la vida pública nacional), o chuzadas para usar el eufemismo de turno, las relacionaría con la advertencia omnipresente en la Londres de la novela: EL GRAN HERMANO TE VIGILA, así el inefable asesor presidencial, José Obdulio Gaviria, el hombre de las frases de relumbrón, en una entrevista asegurara que todo no era más que un montaje de la insurgencia que buscaba presentar al ejecutivo como un dictador y así aquella obtener legitimación o razón de existir. (Aún así, el gobierno no se contentó con el mencionado eufemismo, y decidió que recompensaría con 200 millones de pesos a quien diera información conducente a atrapar a los culpables, con lo cual convalidó uno de los mecanismos del Partido de la novela de marras: EL QUE CONTROLA EL PASADO, CONTROLA TAMBIÉN EL FUTURO.  EL QUE CONTROLA EL PRESENTE, CONTROLA EL PASADO.   Con todo esto se trata de distorsionar la realidad hasta tal punto en que llegamos a la situación de pájaros disparándole a las escopetas. La mentira, la manipulación cínica y descarada, para desviar en un tercero las culpas propias.
 Pero las similitudes no se limitan a instituciones, sino también a los conceptos. Así, los de la prole (clase baja de Oceanía), no eran considerados seres humanos, tal como no fueron considerados seres humanos las más de 1043 ejecuciones extrajudiciales (u homicidios en persona protegida) cometidas por las fuerzas armadas (los tristemente célebres falsos positivos: el más macabro de los eufemismos), que eran presentadas como éxitos militares (igual ocurría en los notirrelámpagos de la novela, que a costa de este tipo de noticias vaticinaban el pronto final de la guerra) sin contar a otros tantos que habrían sido vaporizados, para usar un término Orwelliano: nunca existieron.
De hecho, tampoco estarían fuera de lugar en la Colombia 2002-2010 algunas de las expresiones en neolengua Oceánica:  crimental (pensar diferente al régimen, como aquí en Colombia algunas ONG, los partidos opositores, algunos congresistas, las Cortes), doblepensar (proceso por el cual se desechan los pensamientos contradictorios con los dogmas del partido y se sustituyen por los ajustados a los mismos, tal como debieron haberlo hecho estos ocho años los miles de áulicos y lacayos de Uribe: no es concebible tamaño alejamiento de la realidad de tanta gente de no aplicar el doblepensar). De ahí se desprenden también piensabién, paracrimen (parar en seco los razonamientos contrarios a la ortodoxia del partido, así se vaya en contra de la lógica)
(Había olvidado anotar que en la Oceanía de Orwell los dogmas de El Partido buscaban quitarle todo placer al acto sexual, y este sólo era admitido con la finalidad de engendrar hijos, ¿recuerdan ustedes aquella reunión de Álvaro Uribe (siendo presidente) con los pastores de la Fraternidad Ministerial Cristiana, en la que hablo de Dios como Arquitecto Creador, y en la que incitó a los presentes a que le ayudaran en la difusión de un mensaje que exhortara a los jóvenes a abstenerse de mantener relaciones sexuales prematrimoniales (que aplazaran el “gustico” y lo reservaran para la familia)?
 Como en la novela, el presidente y su equipo de gobierno pretendían convertir a Colombia en “una nación de guerreros y fanáticos que marchaba en bloque (…) pensando todos los mismos pensamientos, y repitiendo a grito unánime la misma consigna, trabajando perpetuamente, luchando, triunfantes, persiguiendo a los traidores…  Traidores que, como el Goldstein de la novela (el personaje a ser odiado, el traidor por antonomasia), abogaban por libertad de palabra, prensa (recuérdese nuestro  caso doméstico de Hollman Morris en la liberación de un grupo de secuestrados, por sólo poner un ejemplo), reunión y pensamiento.
No obstante todo lo anterior, según la última encuesta de la firma Gallup, el presidente se retiró con un inverosímil porcentaje de aceptación o popularidad del 75%.  Uno se pregunta: ¿qué le pasa a toda esa gente? Ya no les pasa nada: se vencieron a sí mismos: aman a Álvaro Uribe. 

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