sábado, 22 de enero de 2011

Robin Hood a través del espejo

Cuentan que el escritor británico Lewis Carrol, se inspiró para escribir su obra “Alicia a través del espejo” (la inolvidable secuela de “Alicia en el país de las maravillas”) en una pregunta que le hizo a una pequeña niña (llamada Alicia), vecina suya, que jugaba en una habitación con un gran espejo adosado a una de sus paredes: ¿en que mano tengo la naranja? Preguntó Carroll a la inocente pequeña.  -En la derecha. Contestó la infante sin vacilar.  -Y si miras en ese espejo ¿en que mano la tendría?  -En la izquierda.. Respondió intrigada la niña. -¿Cómo  explicas eso? Le preguntó Carroll, entusiasmado por oír la respuesta de la niña.  -Si yo pasara a través del espejo, la tendrías en la derecha.  Esa fue la inteligente respuesta de Alicia y que se convirtió en el punto de partida de inspiración del creativo autor para concebir su famoso libro en donde las  cosas suceden en una especie de negativo de la realidad.  Así, un rey mete el pie izquierdo en el zapato derecho, y un tren que toma la protagonista se mueve en el sentido inverso al esperado: en general, los eventos ocurren a la inversa de cómo uno imagina que deben suceder.
Se me ocurre que de vivir Lewis Carroll en el presente colombiano, podría prescindir del incidente con su vecinita, y sólo le bastaría hojear algunos periódicos o ver el consejo comunal al que el Presidente Uribe invitó a su exMinistro de Agricultura Andrés Felipe Arias a que se defendiera de las acusaciones que han llovido en estos días en torno al escándalo de Agro Ingreso Seguro.  Teniendo en la mente la obra “Robin Hood” (aquel justiciero de los bosques de Sherwood que robaba a los ricos para darle a los pobres) que seguramente leyó en su juventud el buen Carroll, y uniendo cabos sueltos de una situación y otra, de seguro  habría imaginado de golpe todo un argumento nuevo para su libro e, incluso, se habría valido de algunos de los personajes que pueblan la fauna política colombiana (Por ejemplo, Twelldede y Twelldedu podrían, en cambio, ser Jerónimo y Tomás).
Porque tal como está diseñada la ley, que aprovecharon sin titubear grandes terratenientes del país, parece propicia para haber sido ideada por  Robin de los bosques  quien, en un rapto de curiosidad, atravesara un espejo (el de los baños del congreso, por ejemplo) y se dedicara a robar masivamente a los pobres para repartir grandes sumas a algunos ricos amigos suyos, que es lo que , en plata blanca, están haciendo el exminintro Arias, su sucesor y toda una pandilla de rufianes que manejan, a su libre e impune arbitrio, los recursos provenientes de los impuestos pagados con el sudor de la frente de toda una nación, para favorecer los intereses de poderosos compadrones, colaboradores de campañas electorales pasadas (y futuras, por supuesto).
Y lo realmente preocupante de todo esto, es que la cosa podría resultar relativamente pasajera: en el improbable caso de que todos los beneficiarios de la luciferina ley devolvieran lo desembolsado, seguramente habría voces que tratarían de acallar la indignación de muchos con un aquí-no-ha-pasado-nada, y todo transcurriría como metido en el letargo del calor de las dos de la tarde en Macondo: inmóvil, irreal, inoperante.  Es decir, si no estuviéramos a través del espejo, la carrera política del exministro, la de su marioneta (el actual ministro de agricultura), e incluso la del mismo Presidente de la República habrían concluido sin remedio hace semanas (en contraste, al parecer la popularidad del Presidente sube: es verdad: la realidad supera a la ficción).
Todos estos episodios unidos a otros escándalos, como la adjudicación de la zona franca a los hijos del Presidente o la ley del manejo de las basuras (que pretende despojar a los recicladores de la única forma de trabajar que conocen o que les ha dejado el caos social de este país, para beneficiar a una empresa de los mencionados y poderosos delfines) harían parecer que no bastaría un Robin Hood a través del espejo sino, tal vez, un ejército de ellos.  Hordas y hordas de inescrupulosos flecheros que cercaran a los muchos pobres de este país y los despojaran sistemáticamente de lo poco que les va quedando para repartirlo sin remordimientos en ruidosas jaranas de amigotes del régimen. 
Todo esto huele mal.  Está podrido.  Y es completamente anti-ético aparte de ser una infamia de toda la clase política involucrada.  Mucha de ella áulica, lacaya o simpatizante de la figura de un presidente que la inspira a obrar así, y a quién en su infinita soberbia y egoísmo y megalomanía le convendría saber lo que en una ocasión dijo Oliver Wendell Holmes jr.: “El secreto de mi éxito es que de joven descubrí que no era Dios”.

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