viernes, 26 de agosto de 2011

SI DIOS FUERA NEGRO

“Si Dios fuera negro -mi compay- todo cambiaría/
Fuera nuestra raza -mi compay- la que mandaría/
Negro fuera el Papa /
Y negro el ministro/
Los angeles negros/
Negro Jesus Cristo -compay-“

Si Dios Fuera Negro, Roberto Angleró

Navegando por las ediciones digitales de las últimas revistas Semana, en la sección Monólogo de Antonio Caballero, di con una caricatura muy interesante que había pasado por alto. En ella se presenta a un oligarca (un plutócrata) vestido de traje que, sentado en una poltrona que descansa en una predecible alfombra persa, sostiene en una de sus manos el consabido trago de whisky a la vez que se pregunta (realmente lo hace su otra mano a través suyo, aunque el cuestionamiento se hace extensivo a él como miembro de algún grupo) por qué llaman mano negra a un conjunto de dedos blancos (y palma y dorso y muñeca).

El asunto encierra un ejercicio semiótico sugestivo. En occidente, en la tradición judeo-cristiana, estamos habituados a asociar el color negro o la oscuridad con lo malo (aunque, casi siempre en menor medida, también haya sucedido en otras culturas).  Explicaciones hay muchas: desde la caída a los oscuros infiernos del ángel más prestigioso del cielo y preferido de Yaveh debido a su belleza (Lucifer, que significa paradójicamente “el portador de la luz”), hasta la maldición de Noé a los -más oscuros de piel- hijos de su nieto Canaán, condenados a ser esclavos de las progenies de sus otros nietos.  No obstante, ese ignaro y atroz argumento no tiene siquiera el más mínimo asidero histórico-religioso: para los disonantes cognitivos que creen que lo que dice la biblia debe cumplirse a pie juntillas, allí no dice por ninguna parte que la descendencia de Canaán tuviese la piel más oscura -como se ha pretendido dar a entender-, por lo que es de suponer que esta adición debió surgir cuando empezó el tráfico negrero, como una justificación al brutal acto (el mito camítico). El caso es que siempre que vamos a referirnos a algún suceso o concepto que tenga connotación negativa, acudimos al negro y sus sinónimos o derivaciones: lunes negro, fuerzas oscuras, lista negra, mercado negro, pronóstico sombrío, etc…Y, por supuesto, mano negra.

Como “La Mano Negra” primaria se conoce a una organización anarquista creada a finales del siglo XIX en Andalucía, cuya función era perpetrar todo tipo de actos violentos con fines intimidatorios.  Es de suponer que también existía una institución similar en Italia, si nos basamos en la novela “El Padrino” de Mario Puzo, en la que una de las muchas bifurcaciones de la Mafia Siciliana, y que actuaba en la Little Italy de los albores del siglo pasado en Nueva York, tenía a su vez una rama llamada “Mano Negra”, que se encargaba de “extorsionar a las familias y los comerciantes bajo amenazas de violencia física”.  Muy católicas Italia y España al fin y al cabo. Y en la no menos católica Colombia de mediados del siglo XX surgió también una organización subterránea, denunciada por Alfonso López Michelsen, y a la que, desde luego, se bautizó como “Mano Negra”.

Esas organizaciones están generalmente conformadas por los plutócratas que manejan los hilos de sus países o regiones, bien sea por las “buenas” (a través del contubernio con la corrupción política) o por las malas, a través de violentos grupos extremistas al margen de la ley.  Lo curioso es que esos plutócratas, en Colombia, generalmente son blancos, no negros.  Lejos de importarles mucho el asunto racial tipo Ku Klux Klan (aunque también, además de todo lo demás que difiera de su propio arquetipo: creencias religiosas, orientación sexual, “ideas” políticas), lo que realmente los mueve –en la actualidad- está asociado al tema económico: control (robo) de tierras, resistencia a las conquistas laborales, oposición a ultranza a las reivindicaciones sociales.

Si bien es irresponsable pretender que el Estado oficie como un padre benefactor que satisface todos los caprichos de una sociedad a costa de endeudamientos crecientes e insostenibles, tampoco es justo, en este, el país de la inequidad en la repartición de la riqueza por antonomasia, permitir que grupúsculos terroristas sigan gozando de unas prerrogativas criminales, mientras otros  grupos de ciudadanos de la misma nación se mueren de hambre. (Increíblemente, incluso Estados Unidos parece ir en esa dirección por cuenta del Tea Party: una mano negra a plena luz del día -si es tolerable el oxímoron, como diría Borges-).

Como consecuencia de los atentados con bomba en Bogotá de hace unos meses -dirigidos aparentemente a la familia de Álvaro Gómez para presionar el cese en las investigaciones sobre su asesinato- el Presidente Santos habló de dos manos negras actuando en Colombia: una de izquierda y otra de derecha.  Después de las declaraciones los dos bandos ideológicos (la izquierda y la derecha) se rasgaron las vestiduras. Era apenas predecible: los dos bandos opinaron que Santos estaba equivocado.  Y yo creo lo mismo: que el presidente está equivocado, pero no por las razones que esgrime uno u otro bando, pues también creo que los dos bandos lo están. 

Y pienso que Santos se equivoca porque, ex profeso o no, esos asuntos meramente semánticos o simbólicos se confunden con lo conceptual.  Llamar izquierda o derecha (o extrema derecha o extrema izquierda) a grupos que son simplemente criminales y asesinos –terroristas- es un despropósito que mancilla el Pensamiento de una u otra corriente (si es que es posible hacer una clasificación en ese sentido que no sea tremendamente vaga y subjetiva).  Porque, ¿qué puede tener que ver un acto terrorista de esa índole con lo que pensó Carlos Marx o con lo que concibió Adam Smith? No, no son respetables ideólogos  señor Presidente: son simples criminales. 

Los dos bandos ideológicos (la derecha y la izquierda), se equivocan por su parte en que, ya entrados en gastos con la afirmación de Santos, es notorio que no son buenas señales sus airadas protestas y el hecho de darse por aludidos y aferrarse a un negacionismo estúpido: el que una ideología sea respetable y, además, sea probablemente la mejor opción para el país, no evita que  homicidas y delincuentes se arroguen la representación de esa ideología para cometer todo tipo de desafueros, y que de hecho “militen” aquí o allá.  Negarlo es una especie de complicidad; lo acertado sería asumir las acusaciones como un punto de partida de investigaciones internas que arrojen luces sobre la verdadera composición de la organización, cualquiera que sea su tendencia.

Y además está lo simbólico: aquello de la denominación mano negra.  Sin querer llevar –no se trata de eso- a extremos ridículos el lenguaje políticamente correcto (como referirnos al fenómeno en términos de extremidad superior que no refleja el color), creo que en algunos casos, como este, debíamos dejar los sofismas o eufemismos que estigmatizan –por asociación de ideas- a determinados grupos humanos, máxime cuando son a menudo minoritarios y víctimas de otros grupos dominantes y opresores. 

Llamemos al pan, pan y al vino, vino, como dice el refrán.  Así que, esos grupos no son manos de ningún color (apelativos que incluso podrían hasta conferirles algún tipo de misterioso glamour): son simplemente grupos terroristas, criminales, delincuentes, asesinos.  Grupos que para lograr sus egoístas objetivos son capaces de perpetrar los actos más siniestros. (Y la palabra “siniestro” viene de izquierdo, y está asociado a malo porque en el mundo hay muchos menos zurdos que derechos ¿Lo ven?).

Oir canción "Si Dios fuera negro"  Rubén Blades & Roberto Angleró

http://www.youtube.com/watch?v=XZ7l7pTlxZA&feature=related

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