viernes, 18 de noviembre de 2011

EL IDIOTA

“Es mejor parecer un idiota con la boca cerrada, que abrirla y disipar toda duda” Groucho Marx

Francisco Santos es un tipo con suerte, con mucha, muchísima suerte. No así nosotros, los 44 millones de colombianos que tenemos la mala, la siniestra suerte de que él tenga tan buena suerte. No cualquiera hereda algo que valga la pena siquiera de sus abuelos. A duras penas algunos suertudos heredan de sus padres alguna cosa que no sean deudas. Pero hay que haber nacido con muy buena estrella para heredar del tío abuelo una buena parte del periódico más importante y poderoso del país (¿alguno de ustedes conoce a alguien que haya heredado algo –cualquier cosa- de un tío abuelo?).

Antes de heredarlo, ya su tiito era el editor del diario, y su papito el director, lo que explica por qué pudo ingresar al periódico familiar a sus escasos 23 años y ser nombrado jefe de redacción antes de los 29. Hasta ahí todo relativamente bien: El Tiempo es una empresa privada, y sus directivas tienen derecho a contratar a quien les venga en gana, así el contratado sea un incompetente mequetrefe soportado por el genio del nepotismo. De todo eso sólo quedaba el mal sabor de la enorme influencia -sobre todo un país- a la que podía acceder un fulano al que seguramente no apodaban Newton en la infancia. Así estábamos hasta que la buena suerte lo tocó una vez más a él, y el ángel de la mala suerte empezó a danzar de júbilo sobre nuestras cabezas.

Y eso fue cuando lo secuestraron. Por paradójico que parezca, ese fue su mayor golpe de suerte: de no haber sido por el secuestro, ‘Pacho’ Santos se habría marchitado anónimamente, sin pena ni gloria, en el periódico familiar, tal como algunos de sus otros hermanos o primos dobles, escribiendo lánguidos artículos y editoriales, y esperando que un pulpo editorial les comprara la empresa. Pero no: fue secuestrado y considerado (qué más se puede esperar de este país) héroe nacional cuando después fue liberado (¿Héroe por qué? ¿Cuáles fueron sus actos heroicos aparte de comer y satisfacer sus necesidades fisiológicas en cautiverio? No tenía otra alternativa. Héroe quizás su chofer-escolta quien, además de pagar con la vida el cumplimiento de su deber, debía padecer a semejante baboso como jefe).

Fue a partir ese momento cuando empezaron a ser públicos sus, hasta ese momento, relativamente privados juegos y pataletas infantiles. Lo cual sería un problema exclusivamente suyo si no mediase el hecho de que los juguetes de esos juegos éramos –y somos- nosotros y el país. Quiso, entonces, jugar al defensor de los derechos humanos. Con la ayuda del diario de papá organizó inútiles fundaciones, movimientos y marchas multitudinarias encabezadas por su graciosa figura, en las que manoteaba y berreaba consignas a los cuatro vientos.

Más tarde, seguramente gracias a la intervención de los amigos de papá, era entrevistado por mediocres periodistas, a los que expectoraba sus pensamientos sin editar en imprudentes berrinches que, por su mismo carácter atolondrado, eran (y aún, increíblemente, lo son) admirados por el grueso de una opinión pública que todavía cree que en la sinceridad absoluta hay algo de encomiable. Cabe anotar que, por lo demás, tampoco es el caso: cuando en uno de sus recientes alardes frenteros -al que me referiré más adelante- dijo lo que en el fondo pensaba, todos conocimos realmente sus oscuras opiniones. Lo otro eran simplemente unos más de sus muchos juegos majaderos.

Así continuó por años, entre desfiles tontos y entrevistas prefabricadas. Pero el hada de la fortuna no lo olvidó, y el ángel de la desgracia tampoco nos descuidó: por cuenta de la imagen de matón de barrio que proyectaba el otrora candidato a la presidencia Álvaro Uribe, éste se vio en la necesidad de buscar una fórmula vicepresidencial que neutralizara internacionalmente su discurso incendiario que, por otra parte, gustaba tanto entre los colombianos, desesperados por los avances guerrilleros de los últimos años. ‘Pacho’, con su manoseada imagen de defensor de los derechos humanos (lo que hoy parece un mal chiste), era el indicado, aunque cabe suponer las obvias reservas que debían atormentar a Uribe acerca de la competencia de su probable fórmula electoral.

Para entonces ‘Pacho’ ardía de celos hacia su primo hermano doble Juan Manuel, quien triunfaba desde hacía años en la política, actividad que al ponderado ‘Pachito’ no le interesaba practicar, si nos atenemos a un editorial del diario de papá, firmado por él, en donde se censuraba la inveterada costumbre colombiana de alternar entre el periodismo y la política.  Sensato y coherente con sus afirmaciones, el niñito malcriado lanzó, sin embargo, un velado soborno mediático al candidato a la postre ganador, y éste, ni corto ni perezoso, aceptó la tácita ayuda del diario de papá, y de paso lo invitó a atravesar la puerta de la política.

Con el nuevo juguete de la vicepresidencia, ‘Pachito’ fue feliz, muy feliz.  Empezó a restregárselo en la cara a todo el mundo y subió aún más el volumen y el tono de sus rabietas caprichosas (vaya proeza, si tenemos en cuenta su vocecita insignificante). Necedades, insensateces e indiscreciones salpicaron los diarios (incluso el de papá).  Se recuerda especialmente la ocasión en que, durante de una intensa batalla legal librada –y casi ganada- por el Estado colombiano para lograr la extradición del brutal maestro de mercenarios Yair Klein, uno de nuestros lúcidos periodistas interrogó a ‘Pacho’ sobre su opinión al respecto; el brillante vicepresidente abrió su bocaza: “se pudrirá en la cárcel”, anticipó sumariamente, en irresponsable declaración que aprovecharon los abogados de Klein para interponer exitosamente en su defensa el argumento de la falta de garantías.

 Aunque bien podríamos hilar más fino en esta situación: ¿quién nos dice que el interrogador del caso no era, también, un mercenario del periodismo pagado por temerosas personalidades untadas de mafia y paramilitarismo a quienes, por un lado, no convenía lo que pudiera revelar Klein en un juicio y, por otro, tuvieran un conocimiento estratégico del talante e intelecto del segundo hombre en la línea de mando del país? Descarto, eso sí, el hecho de que la hábil jugada hubiese sido una idea independiente u original de ‘Pachito’, pero no propiamente porque algún escrúpulo de carácter ético se lo impidiera.

Su suerte, en adelante, no cambió (y la nuestra tampoco): después de ser reelegido vicepresidente (gracias a que su fórmula electoral ha sido el único presidente reelegido inmediatamente en Colombia en más de un siglo) y de cumplir su segundo vicemandato, atravesó nuevamente la puerta giratoria que tanto criticó y, sin solución de continuidad, aceptó el cargo de director de noticias de RCN. La tendencia mundial de cambiar una aparente objetividad en la información por una información abiertamente editorializada, fue lo que favoreció su nuevo juguete: el micrófono.

Si: fue, sin duda, eso y no sus capacidades periodísticas, como lo demuestra no sólo la experiencia de escucharlo por más de cinco minutos, sino el abismo en que sumió al rating de su nueva emisora: según la última encuesta su competencia directa, Caracol, le saca una ventaja de más del doble en ese aspecto. El hecho de que unos ultraderechistas ignorantes y furiosos hayan logrado triunfar con el conglomerado de noticias FOX en E.E.U.U. no implica que esa fórmula sea exitosa en todos los países que la copien (especialidad colombiana), por muy aprendiz de fascista que sea el contratado.

Y digo aprendiz de fascista no sólo por su cercanía con Uribe, sino porque no de otro modo puede llamarse a alguien que, como ‘Pacho’ Santos, dijo lo que dijo en uno de sus últimos video-blogs. Jugando ahora al totalitarista (frívola ventolera resultante, tal vez, de sus ocho años al lado de Uribe), y después de despotricar de su primo Juan Manuel, cuyo ascenso a la presidencia marcó la victoria definitiva en aquella pelea de quinceañeras –situación que lo debe tener loco de ira-, sugirió que, en el marco del civilizado paro estudiantil, los estudiantes que osaren ejercer su legítimo derecho al disentimiento debían ser anulados con poderosas descargas eléctricas capaces de derribarlos, luego recogidos del suelo y finalmente detenidos (arrojados a una mazmorra, supongo). Probablemente así, con esa actitud bravucona, también aspirase a contrarrestar  su lamentable imagen de chiquillo mimado.

Convengamos en que no hay derecho a que alguien así, por muy sobrino-nieto de expresidente, hijo de exdirector del conglomerado de medios más poderoso de la historia del país, o amigo íntimo de los que gobiernan este feudo llamado Colombia (supongo que así lo considerarán), tenga la facultad de intervenir impunemente en el destino de tantas personas que no tienen la culpa de su fracaso mental. 

Sé que a estas alturas muchos lectores de Dostoievski estarán preguntándose qué puede tener que ver este sujeto con el personaje de la novela El Idiota, quien, según entiendo -porque no la he leído-, es casi un desmentido de ‘Pacho’ Santos: el príncipe de la novela es, según referencias, alguien sensible, ético, solidario, considerado; dueño de un comportamiento sabio y cuerdo que lo hace parecer un idiota en medio del nido de víboras en el que se desenvuelve la historia. Y yo les contesto: nada, no tiene que ver absolutamente nada pero: ¿se imaginan ustedes un título más rotundamente apropiado para una columna referente a Francisco Santos? Yo no.

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