Mediocre. Como todo lo colombiano, e
independientemente de los avances en ciertos tópicos y los rotundos fracasos en
otros que hicieron presencia diplomática, el resultado de la Cumbre de las Américas fue, para el
grueso de la opinión colombiana, que Shakira se equivocó en la letra del himno
nacional.
Para conservar la misma
línea, y en vista de que hay arte bueno y malo (y muy malo), convengamos en que
el himno de Colombia clasifica para inspirar una columna en este blog -que pretende (ojo: pretende, no implica que lo logre)
relacionar a la realidad con las obras de arte-. Lo primero que señalo es la
tontería de que exista un himno. No, me
equivoco: lo primero es la gran tontería de exista una patria (algunos
colombianos de 1902, por ejemplo, pasaron a ser panameños en 1903; es decir: a
cambiar el chip se dijo). Pero bueno:
¿qué sería de los políticos mediocres sin la patria? (es decir de todos: ¿cuál
de ellos, cuando está en problemas, no recurre al manido recurso del enemigo
exterior –chivo expiatorio perfecto- para disfrazar una mala racha interior?). Y para que haya patria –obvio- debe haber
símbolos de ella: himnos, escudos, banderas, próceres, equipos deportivos y
todo un sartal de estupideces accesorias: el merchandising patriotero, necesario para mantener viva la llama.
E, increíblemente, esas
estupideces, por muy absurdas que puedan llegar a ser, la mantienen viva. Veamos
nuestro caso doméstico: una bandera que no representa nada: (amarillo, el oro,
las riquezas ¿cuáles? ¿las que estamos regalando a las multinacionales?; azul,
los mares ¿a los que les damos la espalda situando el centro político, económico,
comercial e industrial del país 2600 metros más cerca de las estrellas? Ah,
cierto, se me olvidaba que recientemente firmamos un TLC con Saturno; rojo, la sangre de nuestros próceres ¿la de Bolívar
que murió en la cama de tuberculosis? ¿o la de Santander que también murió de
muerte natural en otra cama rodeado de una muchedumbre de lagartos? ¿o será,
más bien, la de millones de colombianos de todas las clases muertos en esta
guerra fratricida? Y, así las cosas, ¿no debería ser el rojo la franja más
ancha en la bandera?
No hablemos del escudo, con
su cóndor extinto, su canal de Panamá (¡por favor!), su gorro frigio, sus
cuernos de la abundancia (¿o abundancia de cuernos?), y su inexplicable Libertad y Orden (¿orden? Ja; ¿libertad?
A ese tema vamos.
Esa es justamente la broma
más pesada de los símbolos patrios; y una probable causa de la equivocación de
Shakira: la libertad: ¿sólo porque nos libramos del yugo español somos libres?
No lo creo. Shakira tampoco, y por eso nunca entendió (o entendió y saboteó)
esa delirante libertad sublime que
imaginó el fantasioso Núñez. Libertad
sublime no es muy congruente con este país. Simón Bolívar, el primer
presidente de la Gran Colombia, de la que hacía parte la recién liberada Nueva
Granada, resolvió convertirse en dictador (quería presidencia vitalicia –la suya-
y senaduría hereditaria), despojando así de la libertad recién adquirida a sus
gobernados. Y tampoco fueron especialmente libres (ni bajo los españoles ni
bajo los neogranadinos) el resto de próceres. Como tampoco lo fueron los demás
neogranadinos y colombianos del siglo XIX, cautivos en las decenas de guerras civiles
de la Patria Boba; ni los de los de
la primera mitad del siglo XX con la Violencia; ni los de la segunda mitad, con la carnicería
tarantinesca que vivimos hasta el día
de hoy.
No es congruente una cosa
con la otra: libertad sublime y
Colombia: agua y aceite. ¿Exagero? Insisto, no creo: en este país fue secuestrado
un candidato a la alcaldía de Bogotá, posteriormente presidente de la república
del siglo que corre (Pastrana), un periodista que después fue vicepresidente (‘Pacho’
Santos: a la vez primo del presidente actual), el tío del director del
partido más emblemático -el liberal- que es, a la vez, hermano de un
expresidente de la república de hace menos de 25 años: César Gaviria, la hija
de otro expresidente (Diana Turbay). Ni siquiera esa oligarquía criminal es
libre. Y de ahí para abajo: acabamos de recibir a la “libertad” (¿sublime?)
a un grupo de uniformados que llevaban
14 años privados de ella -en un sentido menos amplio-. Y están también los
liberados anteriormente; y los que permanecen secuestrados; y los muertos en
cautiverio; y los ejecutados; y los chivos expiatorios (remember Jubiz Hazbún); y las pescas milagrosas; y los políticos presos –por cientos- debido a sus nexos con
las mafias, con los paramilitares, con la guerrilla; y los carteles de la
contratación, también presos; y los homónimos de los delincuentes; y los
boleteados (todos los finqueros); y los extorsionados (todos los comerciantes);
y las mujeres pobres (hay 50.000 víctimas de la trata de blancas en Colombia); y
las ricas (esperando, con la comida hecha, a sus maridos machistas); y las que
quieren abortar (el procurador no las deja); y los gays (el procurador tampoco); y los amarrados a hipotecas de por
vida a los bancos de Sarmiento; y las empleadas del servicio doméstico; y hasta
los multimillonarios, presos en sus mansiones y fincas de recreo. Y los falsos
positivos; y los asalariados, trabajando jornadas esclavizadoras por unos de
los peores salarios del mundo; y los campesinos; y los desplazados; y los jefes
guerrilleros (Cano dejó atrás, en su huida, hasta su dentadura postiza); y los
niños de clase baja, esclavizados por sus padres; y los adultos de clase alta,
tiranizados por los caprichos de los pequeños mequetrefes de hijos que están
formando; y los chuzados; y hasta los
narcotraficantes (Escobar vivió sus últimos días aterrorizado en un barrio
popular de Medellín). Incluso algunos delincuentes, hacinándose en esos
hermosos centros de rehabilitación que son las cárceles colombianas. Y el
resto.
Un país que tuvo que crear
una institución (por supuesto ilegal, clandestina, como casi todo lo colombiano
que no sea inoperante) llamada Muerte a
Secuestradores. Un país así de libre.
Por todo eso es que uno se
imagina que Shakira no soportó tamaño despropósito: libertad y Colombia en el
mismo sitio. Y, además, sublime (a
propósito: ¿cuántos de los que se han burlado de Shakira podrían definir
sublime? En vista de que yo tampoco estaba seguro, busqué en el diccionario, y
he aquí la definición: excelente, admirable, lo más elevado en
su género). Ante tamaño despropósito, digo, Shakira optó por
ignorar la composición original y, fiel a su oficio de compositora creativa,
refrescó las macabras estrofas del oligofrénico Núñez con la ya famosa palabra ublime, que quizás ella haya inventado adrede,
y signifique nominal, imaginario: libertad
ublime: libertad nominal, libertad imaginaria. Libertad tan inventada como
la misma palabra.
Hay quienes dicen, por otro
lado, (la exsenadora Córdoba entre ellos) que Ublime se refiere a alguien que está preso (como todo el resto de
colombianos) y al que hay que liberar. (Exsenadora: ¿a usted qué le importa que
la hayan despojado de su curul si este oficio de mediadora de rescates tiene
muchísimo más futuro en este país que gime entre cadenas sublimes?). Ublime, entonces, estaría preso (o
debería estarlo; por lo menos lo está Ublimito
-guiño a un ingenioso tuit,
increíblemente subestimado, de mi gran amigo Felipe Restrepo-). Recogiendo la hipótesis exsenadora Córdoba y otros,
Ublime sería alguien anónimo,
enigmático: nadie sabría a quién se refiere Shakira al reclamar su libertad. O
al celebrarla.
Yo me incliné por esto
último: porque pensé que Shakira, en vez de pedir por la libertad de Ublime, estaría, más bien, celebrando
que habría alguien en Colombia –uno solo- que goza de libertad: la libertad de Ublime. Y fue ahí cuando reflexioné, que
ella, que hace lo que –desde que nació- siempre quiso hacer, que es ciudadana
del mundo y se pasea por todo el planeta bajo la admiración general, que le dio
la santa y real gana de regalarle un colegio al barrio en donde alfabetizó
cuando era adolescente sin que intervinieran las sabandijas de políticos que
plagan este país, que terminó una relación con el hijo de un expresidente
argentino y empezó otra -casi sin solución de continuidad- con uno de los
mejores jugadores de fútbol del mundo, que no es sierva de los políticos ni los
poderosos esclavistas de este país sino que, al contrario, son ellos los que
tienen que lamerle los pies para que haga presencia en los actos demagogos que
organizan, que ella, entonces, era Ublime.
Pero no: me equivoqué otra
vez: ella no es tan egocéntrica. Sin embargo, por muy modesta que sea, hasta
ella misma tiene que reconocer que su música es excelente e incluso más libre
que ella. Porque sin ser heredera de ninguna corona (dizque “el Rey no es
soberano” ¿y es que acaso los Santos no lo son?), además de pasearse por el
planeta, en plena crisis de la industria musical, su música ha logrado un sitio de
honor en el mundo. Y es libre. Tan libre que es capaz preguntarse dónde están
los ladrones y asesinos, en un país de ladrones y asesinos; y es capaz de cantarle
a los prejuicios, en un país de gente llena de prejuicios, muchas de cuyas
víctimas están tres metros bajo tierra viendo crecer gusanos. Y probablemente esa
música libre la sobreviva incluso a ella. Así que sí Shakira: ya sabemos quién
es Ublime: tu música es Ublime.
Tu música es sublime.
No hay comentarios:
Publicar un comentario