Mucho nos hemos burlado los
colombianos de la salida en falso del candidato presidencial de Venezuela,
Nicolás Maduro, según la cual el fallecido presidente Chávez se le había
aparecido en forma de pajarito chiquitito:
“me silbó y me bendijo”, remató el loco de remate de Maduro. Sin embargo, hay que
aclarar que Maduro no está solo en materia de epifanías zoológicas: hace poco,
el periodista hípico David Papadopoulos afirmó que a él ya se le había
aparecido el difunto presidente venezolano, pero en forma de caballo (será
mejor no citar aquí las conjeturas que lo llevaron a semejante conclusión). A
veces no se sabe si será mejor rebautizar al mandatario fallecido como “Manimal”,
aquel personaje televisivo de la década de los ochenta.
Pero todo indica que los
colombianos somos muy buenos para ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga
en el propio, porque en medio de los cientos de chistes que circulan en las
redes sociales, y que dan cuenta de la risible declaración de Maduro, es
notoria la ausencia de fotomontajes que muestren, por ejemplo, a la Madre Laura
ataviada con el uniforme de la selección colombiana de fútbol anotándole un gol
de cabeza a su similar de Argentina. Al contrario: la misma emisora radial que
ridiculizó la aviar conversión de Chávez, menos de una semana después se
embarcó -junto a una poderosa cadena de supermercados- en una campaña a través
de la cual se propone regalar dos millones de estampitas de la religiosa
colombiana Laura Montoya –la Madre Laura-, cuya próxima canonización tiene
esperanzados a muchos (“la primera santa colombiana”).
Es curioso que personas que
encuentran absurdo que un ser humano pueda reencarnar en pájaro, estén
convencidas de que el espíritu de una mujer fallecida hace 64 años pueda ejercer
-como no sea a través de su ejemplo altruista- alguna influencia en nuestras
vidas actuales. Personalmente no veo nada de malo en la venta de los 2700 libros
biográficos de la futura santa incluidos en la campaña. Lo llamativo, en
cambio, son las dos millones de estampitas mencionadas y unos cuantos miles de escapularios
tipo manilla, cuyas funciones mágicas de amuletos de la suerte constituyen la
única explicación de su existencia. Hecho que, por lo demás, en una charla
radial matutina, fue dado a entender por los periodistas de la emisora y el
presidente de la cadena de supermercados: esos objetos, según entendí, ayudarían
a sus portadores a aprovechar oportunidades que, de lo contrario, se perderían.
Descartando el efecto placebo que un adminículo de esa
naturaleza puede proporcionar a las mentes crédulas (aumento de la confianza en
sí mismas, por ejemplo), y ateniéndonos sólo a las propiedades milagrosas que sugiere
el entrelineado del discurso de los promotores de la campaña, cabe preguntarse
cómo exactamente operaría la supuesta ventaja del portador del escapulario o de la estampita. Es el mismo caso de los
números de la suerte que el horóscopo suministra semanalmente: ¿alguien puede
explicarme cuál es la gracia de que cada uno tenga su número de la suerte? ¿Cómo
podrían ganar la lotería todos al mismo tiempo? O si no, ¿qué credibilidad
tendría una asamblea mafiosa de astros que revela el número ganador a una sola
persona y estafa con números equivocados al resto? ¿No equivaldría, acaso, a
preguntarle la opinión al lotero o a escoger el número al azar? En ese orden de
ideas, el dudoso argumento a favor -de que serán dos millones de estampitas las
que regalarán (o sea muchísimas)-, en realidad constituye un enorme
contrasentido en relación con la ventaja que se pretende conferir a sus
portadores.
Igualmente, el hecho de que
habrá muchos escapularios de la Madre Laura, implicará que, de ser yo un
portador de éste, mi ventaja en –por ejemplo- una entrevista de trabajo se diluiría
en la sopa de otros candidatos devotos de la Madre Laura, que seguramente
también lo portarán y a los cuales me enfrentaré. La otra alternativa, la
extorsión (“si no adquieres el objeto estarás en desventaja frente a los que sí
lo hicieron”), sería la única explicación plausible en un país como este, en el
que, así las cosas, serían mafiosos hasta los santos.
Obviamente, detrás de todo
esto no hay más que una gigantesca operación comercial, apoyada en la
ignorancia y superstición de un gran número de colombianos. De lo contrario, en
armonía con la “gran generosidad” que los periodistas de la emisora atribuyeron
a la cadena de supermercados, y en consonancia con el espíritu desprendido de
la Madre Laura, el presidente de esta última organización habría podido
anunciar que las estampitas se repartirían en las cajas registradoras de una
cadena de supermercados de la competencia. Pero no: el bondadoso presidente de la
cadena de supermercados, con una vocecita de monaguillo de pueblo, aclaró que las
estampitas sólo se repartirán en –vaya sitio piadoso- las cajas registradoras de
sus propios supermercados, a las que, además, habrá que acudir rápido, so pena de
quedarse desamparado en este valle de lágrimas.
Supongo que, aún metiendo el
ínfimo costo de fabricación de las estampitas de cartón, serán muchos los
millones de pesos en utilidades derivados de las ventas oportunistas que harán
las sucursales del supermercado a los fervorosos seguidores de la Madre Laura. Todo,
absolutamente todo, para esas grandes corporaciones, incluso las íntimas supersticiones
religiosas de la gente, termina convertido en el signo pesos.
El despropósito de una santa
que, por el simple hecho de ser paisanos suyos, prefiere a un grupo de personas sobre otro -en
el marco de una religión que presenta a su ser supremo como “un Dios
infinitamente justo”- sería suficiente para que la colosal bellaquería del
supermercado y la emisora fracasara estrepitosamente. Lamentablemente, lo más
probable es que suceda todo lo contrario. El sueño de Kant, acerca del cambio de
una humanidad manipulable e ignorante por otra intelectual e ilustrada, aún
tendrá que esperar un poco. O, a juzgar por los sucesos de Colombia y
Venezuela, tal vez mucho.
Tal como me lo dijo un
pajarito.
@samrosacruz
Como siempre, Samuel, deleitándonos con su maravillosa prosa, urticante, casi despiadada.
ResponderEliminarSí señor, el sueño de Kant tendrá que esperar otro poquito, como te lo dijo un pajarito... jajajaja
Buen dia.
ResponderEliminarSoy docente universitaria. Necesito contactarte personalmente. Hay manera alguna de que me envíes tu correo? el mio es ingrid1218@hotmail.com